Artículo en La Otra Butaca
Cuando el verano llega a Londres, la ciudad se llena de cines “pop-up” que ofrece formas distintas de ver películas durante toda la temporada. Suelen proyectar cintas clásicas o de culto, para ver estrenos las opciones son los cines normales, o festivales. La variedad de locaciones utilizadas para este tipo de eventos es inimaginable. Terrazas, subterráneos, teatros abandonados, parques o, como en mi primera experiencia, centrales eléctricas fuera de funcionamiento. The Power of Summer es un ciclo de cine al aire libre, en asociación con la compañía Everyman, que tiene como sede Battersea Power Station. Algunos la tendrán de vista por el arte de tapa del disco Animals, de Pink Floyd.
Se encuentra a metros del puente de Chelsea, al sudoeste de la ciudad. El puente cruza el Támesis con todo su contorno adornado por lamparitas incandescentes que brillan a lo lejos dibujándolo en el paisaje con una serie de puntos amarillos. Desde el puente se pueden ver las maquinarias oxidadas de la central sobre el río.
Mientras nos acercábamos a la entrada, el entusiasmo aumentaba. Era la primera nota que escribía para La Otra Butaca, y todo, desde los 30 minutos de caminata que hicimos desde el Soho, prometía una gran experiencia que me iba a dar buen material para escribir.
Qué podía pasar?
Que las entradas estuvieran agotadas?
Después de sacarle fotos a todos los cartelitos pintorescos que anunciaban la cartelera del ciclo, e invitaban a disfrutar del poder del verano, el tipo de seguridad nos dijo que ya no quedaban tickets y que no iba a ser posible que viéramos la película.
Pero podíamos entrar al predio a disfrutar de la feria de comida y los barcitos y los juegos que completaban el ciclo, y tal vez ver la película desde lejos, sin audio…
Le preguntamos si había alguna chance de conseguir tickets más cerca al comienzo de la película pero nos devolvió un “no” con la cabeza y un gesto desesperanzado.
La entrada al predio solo costaba £5, (la entrada a la película £15, incluyendo el acceso al predio) así que, para nosotros todavía no era un NO rotundo.
Si hay algo que aprendí en Londres es que “entradas agotadas” acá, tiene 40% de veracidad.
Pagamos la entrada y nos dispusimos a disfrutar el rato que teníamos antes del último intento para la película.
The Power of Summer cuenta además con una feria de comida (“street food” como le dicen acá). En la ciudad hay una cultura de la comida que se enriqueció desde el aumento desmedido de inmigración. Tanto en los supermercados, como en locales, como en mercados, se puede encontrar comida típica de todo el mundo.
El ciclo se despliega a lo ancho de una terraza con vista al río. Todos los stands de comida, la decoración y los juegos para chicos, contrastan con las máquinas de hierro que descansan sin uso desde que la central dejó de funcionar en los 80. Hay carteles pintados con colores pasteles sobre paneles de madera, en letras gigantes que recuerdan a la tipografía pre-era digital.
Hay mesas distribuidas en distintos sectores aprovechando las variadas vistas, y cuando nosotros llegamos, de los parlantes salía música mexicana que coloreaba aún más el ambiente.
Es linda la apertura que hay hacia distintas culturas y a conocer cosas nuevas. La gente viene al ciclo desde distintos puntos de la ciudad, sin importar qué tan lejos o incómodo sea llegar. Y si suena música mexicana, bailan un poquito mientras se compran un mojito a plena tarde, y después si suena swing americano de los 50’ siguen bailando, y charlando y comiendo.
La película en cuestión esta noche era Bonnie & Clyde. Podíamos ver la pantalla antigua a lo alto, en contraste con el cielo azul y parte del edificio de la central de ladrillos rojos y oxidados que más tarde reflejarían el atardecer naranja.
El sector donde se ve la película está cercado por unos paneles blancos y solo se puede acceder con los tickets para la película que “recomiendan” comprar on-line.
Es imposible escuchar nada ya que el sistema de audio es con unos auriculares, como si fuera un auto cine, que te entregan en la entrada a ese sector.
Cuando la vimos a Bonnie en la pantalla, nos acercamos a probar suerte. Preguntamos si había algún ticket de sobra, de alguien que no había venido, pero éramos varios en la misma situación y directamente nos dijeron que no.
Todos se dieron vuelta muy educadamente y se retiraron vencidos, pero yo insistí:
“Hay alguna chance de que pueda entrar, al menos un ratito al final de la peli, para ver cómo es… En realidad vine para escribir un artículo para una revista, y solo quiero tener una idea de cómo funciona el evento…” Antes de que pudiera terminar mi chamuyo, el chico detrás del mostrador nos hizo entrega de 2 pares de auriculares y nos dijo “saben qué? pónganse cómodos, y disfruten la película”. (Me sentí tan bien chicos!)
La ironía de entrar de colados al cine a ver Bonnie & Clyde tiene una parte de genialidad.
Nos sentamos en un escalón en medio de las gradas anchas de madera. Al ratito se acercó una chica a entregarnos unos almohadones enormes rellenos de telgopor (supongo) que se amoldaban al cuerpo. Y así acostados cómodos con nuestras cervezas en vasos de plástico, vimos la película.
Bonnie & Clyde es un clásico de los ’60 dirigido por Arthur Penn, que cuenta la historia romantizada de la pareja de delincuentes americana Bonnie Elizabeth Parker y Clyde Chestnut Barrow.
“This here's Miss Bonnie Parker. I'm Clyde Barrow. We rob banks.”
La inocencia de los personajes, quienes como en las películas de Godard parecen niños grandes, es una de las características de la película que invita a disfrutar la aventura de esta pareja a la que solo le importa permanecer juntos y sobrevivir a los disparos de quienes intenten interrumpir su aventura. Y no importa cuántas personas mueran en manos de Bonnie & Clyde, ni cuántos bancos o autos roben, nosotros estamos ahí quietos expectantes deseando que nunca nunca sean atrapados.
Cada escena de la película tiene un equilibrio perfecto entre entretenimiento y calidad cinematográfica. La dirección, la fotografía, el guión y el arte son sencillamente impecables.
Mientras que para nosotros actualmente Bonnie & Clyde es un referente de un cine que pasó a ser clásico, en los ’60 rompió con varios esquemas y se animó a mostrar la rebeldía con violencia y crudeza. Además, como espectador, no necesitamos un héroe para empatizar e identificarnos. Bonnie, Clyde y toda la banda Barrow, son imperfectos e inmorales, y así, fascinantes.
Esta es una historia de libertad y sobre sentirse vivo. Y no hay nada más fuerte que esa sensación, frente a la pantalla, estar vivo.